—Porque le di un fuerte mensaje a Su Alteza. ¡Espero que la Gran Duquesa tenga todas las cosas que van a ir para la Santa o el marqués de Haneton!
Fue un comentario ligero, como si hubiera comprado un ramo de flores o un repollo. Por supuesto, considerando el presupuesto de Berg, tiene sentido …
—… ¿por lo tanto?
—Eso es todo. Gran Duquesa. Su Alteza envió inmediatamente a su ayudante a comprar el castillo de Dietrich.
—…….
Me quedé sin palabras.
***
—¿El Gran Duque irrumpió en una casa de subastas?
—Sí, marqués.
Kalis Haneton.
No entendió completamente el informe del asistente. De hecho, no solo él, sino que bastantes nobles estarán ocupados adivinando y comprendiendo los pensamientos del Archiduque de Berg. Debe haber bastantes nobles que están tratando de protegerse porque temen la potencia militar de Berg.
La oscura casa de subastas abarcaba bastantes mercados ilegales. Y el propósito de organizar estos mercados ilegales era conocido. Por lo general, hijos de familias de alto rango, que luchan ferozmente por la sucesión, lo hacían para mostrar sus habilidades.
—Debe haberlo hecho para quedar bien con Seria.
—…..
Porque también pudo hacerlo para lucirse. Los celos que quemaban el corazón de Kalis lo atormentaban decenas de veces al día.
Lesche Berg, ese hombre.
Tomó el corazón de Seria de esa manera.
Lo está haciendo.
La última imagen de Seria, que permanece en la mente de Kalis, es la de ella temblando en el gran salón de banquetes del marqués Kellydon. ¿Por qué no le contó a él la historia de lo que sucedió en Kellyden?
Si al menos le hubiera contado un poco sobre cuánto odiaba a Cassius Kellyden.
Ya se había separado de Cassius, pero seguía poniéndose furioso. Desde ese momento, no pudo dejar de balancear constantemente su espada en el área de entrenamiento. Desde el día en que dejó el castillo de Kellyden, las cartas que Cassius le enviaba incesantemente fueron quemadas sin ser leídas.
“A Seria no le gusta parecer débil”.
Tiene una gran autoestima. Aunque ha cambiado lo suficiente, eso no ha cambiado. Si se hubiera casado con Seria y hubiera pasado tiempo con ella, habría podido escuchar todo eso. Seguramente habría sido así.
Kalis se pasó las manos por la cara.
—¿Está listo el regalo para Seria?
—Si, está listo.
—Bien…. Tengo que hacerlo hasta que llegue su cumpleaños.
El cumpleaños de Seria es en invierno, por lo que todavía queda medio año. Sin embargo, el asistente de Haneton no agregó más comentarios. La única vez que su dueño, que no ha podido dormir durante varios meses, encuentra vida, es cuando completa un regalo para enviar a Seria.
—……
Kalis salió de la oficina y entró en el dormitorio de la marquesa de Haneton. La habitación ha estado vacía desde que falleció su madre.
Debido a que Lina se había ido, Kalis no pudo divorciarse de ella. Porque ella era Stern. Un ser como una estrella donde no se permite el divorcio unilateral.
Sin embargo, Kalis no se atrevió a casarse. Ni siquiera podía permitírselo. Si hiciera eso, Haneton perdería por completo ante el Gran Templo. Incluso los vasallos ancianos de Haneton, que siempre le habían hablado a Kalis sobre matrimonio, conocían bien la situación y no dijeron nada.
Pero Kalis estaba dispuesto a responder.
“Porque no tiene ninguna intención de casarse con otra mujer …. ”
Aunque la habitación estaba vacía, los accesorios y la ropa de cama eran nuevos y de alta gama. Especialmente las decoraciones de Stern que colgaban en lugar de tapices en las paredes. Era un hermoso adorno que se inspiró en la insignia de Stern, que solo se puede ver en los templos.
Fue por Seria. Una decoración que ordenó en secreto porque pensó que ella estaría feliz al verlo.
Todo.
Desde la ventana de este dormitorio, se puede ver el jardín de un vistazo. Pensó que a Seria le gustaría. Kalis se acostó en la cama como si estuviera destrozado.
En este dormitorio sin dueño, Kalis cerró sus ojos vacíos.
***
—Muy bien, Gran Duquesa. Terminamos.
Se había estado preparando para salir después de mucho tiempo. Cuando salí del dormitorio, no había nadie. Era natural. Porque me había preparado dos horas antes de la hora que le había indicado deliberadamente a Lesche.
Me dirigí directamente al dormitorio de Lesche. Cuando llamé ligeramente a la puerta y entré, vi la espalda de Lesche. Se acababa de poner la camisa y dos sirvientes sostenían diferentes corbatas.
—¿Seria?
—Vine aquí para escoger tu ropa. Llegué en el momento adecuado. Acérquense.
Los sirvientes se alinearon junto a mí. Lesche sonrió.
—¿Qué debo usar?
Elegí seriamente la corbata que se encontraba a la derecha.
—Está.
Fue gracioso que ambos aún no pudieran revelar sus cuellos, pero al mismo tiempo se sintió bien. Después de subir al carruaje con él dije.
—Ah, Lesche.
—¿Si?
—Martha envió una carta.
Lo que estaba escrito en la carta no era nada especial. Hablaba sobre cómo se encontraba. Una pequeña historia sobre cómo había brotado una maceta recién plantada y lo deliciosa que sabía la sopa con azúcar de roca agregada. Era una carta que conmovía el corazón de la gente.
—Cuando vuelva a Berg esta vez, me quedaré en la mansión verde durante un mes.
Lesche ladeó levemente la cabeza. Parecía estar calculando su horario. Agregué de inmediato.
—No tienes que venir.
—¿Por qué?
—¿Por qué no? Martha sólo quiere verme a mí.
—¿Así que vas a dejar a tu marido solo durante un mes?
—Te escribiré en algún momento.
Lesche sonrió como si estuviera lleno de energía. Se levantó de inmediato y se sentó a mi lado. Sosteniendo su mano en su regazo preguntó.
—¿Qué diablos te contó Martha en esa carta?
—Hizo un pijama nuevo, umm. Incluso desarrolló dos postres.
—Martha te sigue tentando con los postres.
—Tú también comes bien.
—¿No es porque no puedes comerlo todo?
—¿Perdón? Hice una concesión, ¿o no?
—No conocía la generosidad de la Gran Duquesa. De ahora en adelante, no tocaré los bocadillos de la mansión verde.
—¿No los tocaras? Entonces, ¿qué pensarán Martha y Johanna de mí?
—Solo te los darán a ti porque le gustas.
—No lo creo.
Lesche sonrió suavemente.
—¿Debemos hacer una apuesta?
—No, ¿Hacer una apuesta? Me temo que…
Cuando decidí accidentalmente el tipo de apuesta con Lesche, lo lamenté un momento después. Eso fue porque solo había un tipo de compensación que Lesche quería.
En el dormitorio…
Ah…
Traté de quitar la mano, del muslo de Lesche, pero fue atrapada de nuevo.
“¿Realmente no me desmayaré?”
—¿Lesche? No estoy tan en forma como tú.
—Puedes tomar un descanso.
—¿Tomar un descanso?
¿Lo dice el hombre que no la deja descansar bien …?
Avergonzada o no, el carruaje de Berg siguió rodando y se detuvo frente a la gran galería de arte de la Capital Imperial. Pudo ver bastantes personas desde la ventana.
Cuando bajé del carruaje con la escolta de Lesche, el gerente bien vestido vino y nos saludó. Entramos por la entrada del museo. Dado que es uno de los museos de arte más grandes del Imperio, no fueron pocos los nobles que vinieron.
—¡Gran Duquesa!
Me volví hacia la voz que me llamaba. El cabello rosado revoloteaba. Marlesa, la duquesa de Paulvass. Se acercaba con su marido, el duque de Paulvass, con ojos brillantes. El duque Paulvass, nos miró a los ojos e hizo una ligera reverencia.
—¡Es bueno que no haya mucha gente! Ahora, ¿deberíamos entrar?
—Si.
Habían varios nobles, la mitad reconoció a Lesche y abrieron mucho los ojos, y la otra mitad, al verme, se horrorizó y rápidamente evitó su mirada. Además, la capital imperial es la capital imperial. Me encogí de hombros y caminé hacia un cuadro con Marlesa.
—No nieva a menudo en la capital imperial, pero el paisaje nevado en Berg es muy hermoso. El lago también es muy bonito. Voy a visitarlo este invierno, ¿le gustaría tomar el té con su Alteza en el lago?
—¿En el lago? Esta bien.
Cuando atravesé el pasillo y entré al interior, naturalmente caminé con Marlesa y Lesche con el duque de Paulvass. Por lo general, es así en un banquete, por lo que fue natural. Era el momento de caminar mientras admiramos los cuadros juntos.
—Gran Duque.
Rompiendo las reglas tácitas de este vasto museo de arte, hubo una voz llamando a Lesche. Me di la vuelta. Y mis ojos se abrieron un poco.
—Buenas tardes. Gran Duque.
—Mucho tiempo sin verlo. Príncipe Byugazen.
Porque era el segundo príncipe de este imperio, el príncipe Byugazen, hijo de la emperatriz Ekizel.
“¿Qué? Cuando estaba sola en la capital imperial, ni siquiera lo vi.”
Como era de esperar, si estás al lado de Lesche, una de las personas más poderosas del Imperio Glick, conocerás a personas en el poder. Por supuesto, existía la sensación de que el príncipe Byugazen carecía de poder, pero la familia imperial inmediata sigue siendo la familia imperial.
—Parece que ha venido a visitar a gente que conoce. Es mejor verlo porque está con su pareja.
El príncipe Byugazen me dio una sonrisa amistosa y me saludó.
—Es un placer conocerla, Gran Duquesa. Mucho tiempo sin verla. Es tarde, pero felicidades por su boda.
Desde que poseí a Seria, nunca lo había visto.
Así que ha pasado al menos un año desde que nos vimos. Lo saludé también.
—Gracias. Ha pasado un tiempo.
—A la Gran Duquesa parece gustarle las pinturas de flores.
—No me gusta particularmente, simplemente lo vi.
—A mi madre también le gustan las flores.
—Sí… ya veo.
“¿Qué quiere que haga?”
Al contrario de mi mente retorcida, tuve un presentimiento.
“Parece que la emperatriz Ekizel quiere verme”.
Bueno, si es la Gran Duquesa de Berg, vale la pena. Ha discutido con Seria antes por el diamante azul. Aún así, no envió a sus subordinados debido a su rostro*.
(N/T: ya lo dije antes, pero por las dudas, hace referencia a la expresión “Perder la cara” que se utiliza en China, es decir ser humillado o quedar mal delante de otra persona)
—¿Le gustaría visitar los claustros del palacio imperial? Hay una sala de exposiciones donde solo se coleccionan pinturas de flores.
En cambio, secretamente envió a su hijo. Enderecé mi espalda.
—Lo siento, pero lo rechazaré. No me gustan mucho las flores.
—¿Si? Ah … veo…
—Sí. Príncipe Byugazen.
Lo bueno de convertirse en Gran Duquesa es que la Gran Duquesa y el Gran Duque están en el mismo rango que un Príncipe, por lo que no tiene que honrarlos. Como era de esperar, el poder es lo mejor.
—Vamos, Lesche.
Lesche me acompañó dócilmente. Después de cierta distancia, preguntó.
—¿No tienes una mala relación con la emperatriz Ekizel?
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