—¿S-señorita?
Annie, que estaba de pie a su lado, rebuscó en sus bolsillos y le entregó un pañuelo.
Ibelia hundió la cara en el pañuelo y le hizo un gesto a Annie. Al darse cuenta rápidamente, Anne salió silenciosa de la habitación.
A solas, Ibelia trató de contener las lágrimas y recordó el rostro de Lu que había visto ayer.
La forma en que apenas estaba conteniendo las lágrimas por su negativa a la hora del té.
«Digamos que no esta vez. Si le damos una oportunidad, solo Lu la pasara mal.»
Después de apenas contener las lágrimas, Ibelia llamó a Annie y le pidió que le trajera un bolígrafo y papel. Después de pensar durante mucho tiempo, solo había una respuesta que podía escribir.
[Querido príncipe Adelhardt.
¿Cómo has estado?
… Gracias por invitarme a la hora del té nuevamente después de la última vez. Pero no creo que pueda ir porque mi tiempo no encaja.
Ibelia Banein Sueño.]
Todo era mentira. Lu no dijo la fecha ni la hora para tomar el té, por lo que la frase ‘mi tiempo no encaja’ era una excusa para rechazar cualquier invitación.
Un eufemismo para no asistir a la hora del té, pase lo que pase.
Ibelia esperaba que Lu comprendiera vagamente el significado interno de esa carta y pierda las esperanzas.
—Annie, envía esta carta al duque Adelhardt.
Annie miró cuidadosamente los ojos rojos de Ibelia debido a la lagrimas. Parecía haber muchas cosas que quería preguntar, pero cortésmente inclinó la cabeza.
—Si, señorita.
Después de que Annie saliera de la habitación, Ibelia trató de pensar en otra cosa para quitarse de la cabeza a Lu. Entonces de repente recordó lo que pasó ayer.
Derek Banein soltó su mano en las escaleras.
La última imagen que vio antes de cerrar los ojos, fue a Derek sonriendo con amargura. Parece que la empujó intencionalmente por las escaleras.
Ibelia afiló sus dientes inevitablemente.
«¿Qué hago con el bastardo de Derek?»
Derek acosaba a Ibelia, pero este incidente fue demasiado lejos.
¡Empujar a la gente por las escaleras!, era una situación que podía conducir a serios problemas.
¿Qué hubiera pasado si se hubiera golpeado la cabeza tan fuerte que incluso le hubiera causado una conmoción cerebral? No, tal vez Derek quería eso.
«Entonces deberías probarlo tú mismo.»
Ojo por ojos, diente por diente, accidente por accidente. Ibelia se lo iba a pagar de la misma forma.
Pensaba que sería bueno romperle una extremidad o algo parecido.
Apretó los puños y organizó en su cabeza lo que debía hacer.
Primero, debía vengarse de Derek de la misma manera, y luego terminar por completo su compromiso con Cassis. Y para finalizar…
«Tengo que dejar esta mansión lo antes posible.»
Romper con Cassis no significaba el fin de todo. El conde Banein, que no siente ningún afecto por Ibelia, volverá a intentar venderla a otra persona.
Por supuesto, incluso antes y después de casarse, una persona como el conde Banein será lo mismo que ahora.
Entonces, su objetivo era salir de ahí antes de eso, a un lugar discreto dónde el conde Banein no la busque.
«Para hacer eso, necesito conseguir dinero primero.»
No tenía dinero para administrar, ya que no había un depósito separado para sus gastos privados, pero no había de que preocuparse.
El conde Banein prestó atención a las personas que la rodeaban, por lo que le regaló a Ibelia accesorios y vestidos de alta calidad, y venderlos generaría dinero.
Y como una persona moderna, Ibelia sabía cómo multiplicar ese dinero, tal vez varias decenas de veces.
«Necesito encontrar el gremio de información.»
Ibelia se levantó y empezó a prepararse para salir.
Llevaba la ropa más modesta que tenía, con una capucha larga y gris sobre ella. Su llamativo cabello rosado estaba trenzado en una sola trenza y escondido debajo de una capucha.
Después de reunir algunos accesorios, salió de la habitación. Ahora es el momento de cambiar su destino en serio.
* * *
Llegó una carta de la familia Banein. El remitente era ‘Ibelia Banein’.
—¡Nana, nana!, ¡Mira esto!
Lu caminó por la habitación con un pedazo de papel color rosa en su pequeña mano.
—¡Ibelia me ha respondido!
A diferencia de Lu, que estaba emocionado, la niñera alcanzó la carta con una expresión nerviosa en el rostro.
—Joven maestro, se lo leeré.
La niñera estaba preocupada.
«¿Qué habrá escrito?»
Lu pensó que Ibelia había rechazado la hora del té por su mala educación, pero la niñera pensó lo contrario.
Cuando Lu sugirió la hora del té, la emoción que apareció en el rostro de Ibelia no fue ‘incomodidad’, sino ‘ansiedad’.
En otras palabras, no fue que rechazó la hora del té porque estaba en contra de las reglas, sino que lo rechazó por otras razones.
La niñera ha visto a muchas señoritas que se resisten a Lu. Al principio, pensó que Ibelia era una de esas jóvenes.
Pero no pudo entender por qué no le gustó la oferta de Lu.
Luego la niñera escucho a las criadas chusmeando.
—El maestro está a punto de romper su compromiso.
—¿Qué?, ¿Qué quieres decir?
―Escuché que la señorita Banein sugirió romper el compromiso.
—¿Qué quieres decir con eso?
—S-señora Margaret…
―¿Quién está hablando descaradamente sobre el maestro en el pasillo?, ¿Qué pasa si el maestro escucha?
Por lo general, la niñera no tenía derecho a regañar a las criadas. Pero la niñera de Lu, Margaret, era diferente.
Antes de ser la niñera de Lu, fue la niñera de Cassis, cuidándolo desde temprana edad.
Es por eso que Cassis le tomó a Margaret un cariño especial y seguía sus palabras.
En resumen, si Margaret dijera que iba a despedir a las criadas por el trabajo de hoy, podría despedirlas.
Las sirvientas con tez pálida, se arrodillaron frente a Margaret y suplicaron.
―¡Tendré cuidado en el futuro, señora Margaret!
—Está bien, vuelve.
Mientras hablaba, Margaret recordó los rostros de las criadas.
A los empleados no se les permite hablar de historias sobre sus maestros imprudentemente. No podía mantener dentro de la mansión a personas que difunden chismes.
Pero, una ruptura…
Fue entonces cuando entendió porque Ibelia había rechazado la oferta de Lu. Quizás no quería que Lu le tomara cariño.
«¿Esto se podría calificar como cariño…?»
Entonces, desde anoche, Margaret no le ha dicho a Lu sobre Ibelia.
También se arrepentía de haber enviado la carta. Era obvio que se negaría, Lu se sentiría lástima nuevamente.
Lu, incapaz de comprender tales sentimientos, evitó la mano de Margaret y tomó la carta entre sus brazos.
—N-no, puedo leer solo. ¡Ya tengo siete años!
Luego, antes de que Margaret pudiera secarsela, abrió la carta y comenzó a leerla.
—Pero el momento no es el adecuado… No puedo ir a la hora del té… por…
Lu, que tartamudeaba mientras leía la carta, de repente cerró la boca. Margaret se mordió el labio mientras observaba cómo las comisuras de la boca del niño empezaban a bajar poco a poco.
Lu, que no pudo apartar los ojos de la carta durante mucho tiempo, levantó la cabeza, temblando los labios.
—Nana, ¿Ibelia realmente está rompiendo con mí padre?
—Joven maestro, ¿de dónde escucho eso…?
—¿Es por mi culpa?, ¿Por qué soy un hijo ilegítimo?
El rostro de Margaret se puso blanco en un instante.
—¡¿Quién se atrevió a decir tal cosa?!, ¡¿Quién le dijo a nuestro joven maestro eso…?!
—M-mi padre me odia porque soy un hijo ilegítimo, también la señorita Ibelia rompió el compromiso por eso…
—¡No!, ¿Por qué el maestro odiaría al joven maestro?, El maestro lo quiere mucho.
—Pero…
«Mi padre nunca me sonrió, no me habla y no come conmigo.»
Lu luchó por contener las palabras que estaban atrapadas en su mente. Sintiendo pena por eso, Margaret abrazó al niño con fuerza.
Como niñera, lo cuida y lo quiere mucho, pero una niñera era diferente a los padres. Tanto Margaret como Lu lo sabían muy bien.
«Voy a persuadir a Ibelia.», pensó Lu mientras abrazaba el cuello de Margaret.
«Tengo que verla y decirle que no soy quisquilloso con la comida, que la escucharé en todo lo diga y me portate bien. ¿No cambiara de opinión la señorita Ibelia si descubre que soy un buen niño?»
Después de mucho pensar, el niño hizo una declaración.
—¡Nana, quiero enviarle un regalo a Ibelia!
—¿Qué?
—¿Si le envío un regalo a Ibelia, ¿no le gustare más a ella?
Margaret no pudo detener al niño lleno de anticipación. Además, no parecía tan malo hacer un viaje a la ciudad para cambiar el estado de ánimo de Lu.
—Sí.
Antes de que pudiera terminar sus palabras, Lu escapó de los brazos de Margaret y salió corriendo de la habitación.
Margaret agarró su abrigo y corrió tras el niño.
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