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La villana es una marioneta (Novela) Capitulo 16

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“¿Una quemadura?”.

 

Antes de que Vera pudiera decir nada más, entró un médico buscando audiencia con Rezef.

 

Era el mismo médico que trató las heridas de Cayena.

 

Se estremeció al entrar, sintiendo el extraño ambiente en el aire.

 

“Vengo a informar sobre las heridas de Su Alteza”.

 

Los fríos ojos azules de Rezef se centraron en el médico.

 

El médico sintió que un sudor frío le recorría la espalda.

 

La mirada de Rezef era la que ponía cuando no estaba de buen humor.

 

“Un pastel sin enfriar le ha tocado el brazo izquierdo, pero la quemadura real es del tamaño de un puño. Mientras se aplique pomada los próximos días, no le quedará cicatriz”.

 

“¿Por qué el pastel tocó el brazo de mi hermana?”.

 

“Eso es…”.

 

Como el médico no pudo responder, Vera abrió la boca en su lugar.

 

“A una dama de la corte, Lydia Benzhem, se le cayó el plato de tarta. Le tocó el brazo y cayó al suelo”.

 

Considerando que había causado daño a la familia imperial, Cayena estaría en su derecho de pedir la muerte de Lydia.

 

Sin embargo, sería un desperdicio hacerlo, ya que la familia Benzhem era bastante útil.

 

Además, la familia Benzhem era cercana a la familia Evans, ya que era la familia que gestionaba los almacenes del Imperio.

 

“Pero… Su Alteza la ha perdonado, ha dicho que estaba bien”.

 

Zenon puso cara de incredulidad cuando Vera dijo que la malhumorada Cayena había perdonado a su dama de compañía.

 

Realmente, la reciente Princesa Cayena era demasiado extraña.

 

En cualquier caso, era una suerte. Zenon se situó detrás de Rezef, por lo que no pudo ver el rostro del príncipe.

 

“La familia Benzhem sigue siendo muy útil. Es una suerte que se pase por alto el incidente”.

 

Pero Rezef pensaba de otra manera.

 

Odiaba a los que no conocían su lugar. Le recordaba al archiduque Heinrich.

 

“Voy al palacio de Cayena”.

 

Rezef se levantó y dijo fríamente.

***

Para llegar al palacio de la princesa desde el palacio del príncipe, había que caminar un largo trecho por un pasillo que los separaba.

 

Rezef caminó esa larga distancia con sus largas piernas y una capa ondeando detrás de él.

 

No corría, pero era un paseo muy rápido.

 

Sus ayudantes y Vera se apresuraban a seguirle de lejos.

 

Rezef encontró la habitación donde descansaban las damas de compañía de Cayena y empujó la puerta con su propia mano.

 

“¡Alteza! ¡Yo lo haré!”.

 

Uno de sus ayudantes que logró alcanzar sus pasos se sobresaltó e intentó disuadirlo.

 

Rezef no respondió, limitándose a abrir la habitación que era la segunda mejor del palacio después de la de Cayena.

 

Las damas que allí descansaban se levantaron sorprendidas.

 

“¿Su Alteza?”.

 

Sus ojos se fijaron en el interior excesivamente colorido y en los refrescos y el té de la mesa que parecían estar por encima de sus posibilidades.

 

El quemador de incienso desprendía un aroma caro, uno utilizado originalmente por Cayena.

 

Era una fragancia de alta gama que el Imperio sólo importaba en pequeñas cantidades. El aroma era único, por lo que Rezef lo conocía bien.

 

Una simple dama de la corte nunca podría usar una fragancia así.

 

Disfrutaban de lujos que no podían disfrutar como damas de compañía.

 

Eso no era algo que Rezef hubiera permitido.

 

Las damas de compañía se apresuraron a arreglar sus atuendos e inclinaron la cabeza.

 

“Saludamos a Su Alteza Imperial”.

 

Rezef no les dijo que levantaran la cabeza.

 

En su lugar, se sentó en una vitrina cercana a él. Sus ojos echaron un vistazo a las doncellas.

 

Vera y sus ayudantes intentaron entrar en la sala, pero sus pies se detuvieron ante el extraño silencio.

 

“Creo que una persona puede hacer juicios tontos”.

 

Empezó a decir.

 

“Creo que una persona también puede cometer errores”.

 

Las damas de la corte intercambiaron miradas, sin saber de qué estaba hablando.

 

“Sin embargo, detesto a los que no conocen su lugar”.

 

Sólo entonces las damas de la corte se tiraron al suelo.

 

“¡Hemos hecho algo digno de muerte, Alteza!”.

 

Ante eso, Rezef estalló en carcajadas.

 

“¡Sí! Tienen razón”.

 

Sus ojos azules brillaron asesinos.

 

“Deberían estar muertas por sus pecados”.

 

Rezef cruzó la sala a grandes zancadas y agarró bruscamente a una dama de la corte.

 

Era Lydia.

 

“Nunca he oído hablar de un miembro de la familia imperial quemado por una criada. ¿Qué te parece?”.

 

Lydia se puso pálida.

 

“¡Su Alteza, por favor perdóneme!”.

 

En su miedo, incluso había empezado a llorar.

 

“¡Fue un error, Su Alteza! ¡La princesa también dijo que estaba bien, y…!”.

 

Pero ella no debería haber dicho eso.

 

“¡Ahhhh!”.

 

Rezef apretó con fuerza el brazo de Lydia, como si fuera a romperlo.

 

“¿Tengo que cortarte el brazo para que veas la gravedad de tu error? ¿Cuánto debo cortarte?”.

 

Swiiing-.

 

Sacó una espada de su costado.

 

Las damas de la corte soltaron un pequeño grito. ¿No debería alguien detener esto? Pero nadie se acercó.

 

“Su Alteza”.

 

Zenon se adelantó de entre los ayudantes para disuadirle.

 

Pero al ver la expresión de Rezef, chasqueó la lengua y retrocedió.

 

En ese estado, Rezef no podía ser disuadido por nadie. A este paso, no sería sorprendente que esto se convirtiera en un gran incidente.

 

“Rezef”.

 

Entonces, una voz clara irrumpió en el aire siniestro.

 

Cayena había llegado en persona tras oír el alboroto.

 

Rezef detuvo su mano, que había estado a punto de blandir la espada.

 

“Basta”.

 

Ante sus palabras, Rezef aflojó su agarre sobre Lydia, como si nunca hubiera tenido la intención de herirla en primer lugar.

 

Bajó la espada.

 

Cuando Lydia, liberada de su mano, se hundió en el suelo, todo el mundo dejó de respirar. Hubo un silencio silencioso.

 

¿Qué acaba de pasar?

 

Cayena calmó a Rezef, que se había enfurecido, ¡con sólo una palabra!

 

Cayena pasó junto a los indefensos ayudantes y entró en la habitación.

 

La espada apuntaba al suelo, pero Rezef seguía teniendo una mirada de locura.

 

Lydia parecía haber apretado a fondo el gatillo de Rezef.

 

“Conoce tu lugar”.

 

Así fue como el emperador Estefan educó a Rezef.

 

Parecía que Rezef, que estaba desequilibrado, no entendía exactamente por qué estaba tan enfadado.

 

Cayena se acercó a Rezef, que aún sostenía la espada como si quisiera cortar algo.

 

La gente pensaba que aquella figura era asesina. Pero no fue eso lo que vio Cayena.

 

Estaba nervioso.

 

Cayena se enteró de la situación que había vivido Rezef a través de la novela.

 

Por eso, aunque se decía que Rezef era un villano imperdonable, ella podía entender por qué se había vuelto así.

 

Si no se le reconocía constantemente como príncipe, podía ser destituido de inmediato.

 

El propio Emperador se lo había dicho.

 

En lugar de disfrutar de su posición de príncipe, se vio privado de muchas cosas.

 

Para empezar, de una familia.

 

“Tú no tienes familia. Sólo tienes identidad y autonomía cuando eres príncipe”.

 

Rezef fue completamente desechado en el lugar más espléndido y hermoso del Imperio.

 

“Recuerda que siempre puedo deshacerme del equipaje. Si no demuestras tu valía, tu existencia será borrada del mundo”.

 

Para él, conquistar el trono era una simple cuestión de supervivencia.

 

No tenía familia, y toda la gente a su alrededor pertenecía al Emperador. Ignoraban a Rezef, un hijo ilegítimo.

 

Así que lo primero que hizo fue purgarlos.

 

Eso fue lo que ocurrió cuando sólo tenía ocho años. Era una parte de su pasado que Cayena no había conocido.

 

Pero seguía siendo su hermano pequeño.

 

Cayena se paró frente a él, sintiendo cierta responsabilidad.

 

Cogió la espada de la mano de Rezef y se la tendió a Zenon, que había estado cerca.

 

Zenon la miró con ojos perplejos y recibió la espada de sus manos.

 

Las damas de honor temblaban y Lydia sollozaba sin aliento.

 

Era un acto lamentable.

 

Cayena miró a Rezef con ojos que parecían normales, como si nada fuera distinto de lo habitual.

 

Necesitaba que alguien le guiará.

 

Lo regañó con voz severa.

 

“¿Y si te haces daño de tanto enfadarte? Vas a cazar a menudo cuando empiece la temporada social”.

 

“…”.

 

Rezef empezó poco a poco a recobrar el sentido.

 

Las damas de la corte y los ayudantes, ajenos a este cambio, se limitaron a mirar a Cayena con gesto adusto.

 

¿Estaba loca Su Alteza Imperial?

 

Tragaron saliva, sintiendo que se les secaba la boca.

 

Temían lo que pudiera hacer Rezef, que estaba completamente enfadado.

 

 

 

 

 

 

Traducción: Dashy

Corrección: Misu

 

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